Supongo que, de algún modo, directa o indirectamente, algunos de nosotros conocemos algunos efectos, directos e indirectos, a su vez, de haber abusado del alcohol en alguna ocasión (celebraciones, fin de año, etc), gracias a que esa información se encuentra hoy en día a nuestro alcance. Es decir, estamos cada vez mejor informados acerca de sus propiedades y consecuencias para la Salud, el Trabajo y la Familia.
Ya sean motivados por intereses financieros o socio-políticos, Estudios de Centros de investigación de diversas Universidades, Congresos y Revistas científicas, además de especialistas en Salud y Nutrición, nos confirman las propiedades positivas de un consumo moderado de determinadas bebidas alcohólicas, como son el caso del vino y la cerveza.
Por consenso, se considera que un consumo moderado de bebidas alcohólicas, teniendo en cuenta que la misma cantidad de alcohol afecta de forma diferente a cada persona según sus características genéticas y medioambientales, en hombres se recomienda solo dos copas por día y en mujeres únicamente una, acompañando siempre a la comida.
El consumo moderado de la cerveza o el vino está relacionado con una mayor densidad mineral ósea en adultos de más de 60 años; Puede llegar a reducir el riesgo de artritis reumatoide en hasta un 50%; Poseen propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas; Eleva los niveles de ácido fólico y de antioxidantes; Disminuye los niveles de colesterol y de fibrinógeno por lo que favorece la salud cardiovascular, reduce el riesgo de ataques de corazón.
Ante el relativismo que nos envuelve por doquier, no es de extrañar que el tema de las posibles propiedades beneficiosas, es decir, de incorporar en nuestra dieta un hábito saludable como es el consumo moderado del vino y la cerveza, haya suscitado una gran polémica a nivel facultativo. Estamos hablando de aquellos especialistas que consideran que cualquiera de esos componentes beneficiosos (anticancérigenos, antioxidantes, descenso del riesgo de infartos de corazón) puede obtenerse en alimentos naturales sin tener que acompañarlos de una copa de bebida alcohólica. No debemos olvidar todos sus efectos negativos, aquellas consecuencias a las que aludíamos al principio.